Entrevista a José Miguel Antúnez - Revista Oficial del Real Madrid (1991)
EL GRADUADO
José Miguel Antúnez es un convencido de que cada cosa tiene su momento y cada momento su cosa. Esta puede ser la mejor manera de explicar el por qué de su paso a delante en el fichaje por el Madrid desde el eterno club rival. O, quizá, simplemente José, como todo buen estudiante, un día se graduó.
Parece mentira, al charlar con José Antúnez, que sólo tenga 24 años. Quizá su rostro moreno agitanado ayude además a que pueda aparentar más años. Hubo una época, hace casi siete años, que José hizo sus pinitos en el mundo de la Alta Costura, como modelo.
- Sí, es cierto. Hice un par de cosas y algunas sesiones fotográficas, pero me di cuenta que era incompatible con el baloncesto. Fue seguramente dónde empecé a darme cuenta de lo que me gustaba este deporte. Para practicar el baloncesto en serio tuve que dejar el trabajo de modelo, lo cual no me importó demasiado. Lo más importante que descubrí de esa época es la fotografía; me encanta, creo que hay algo muy especial en la fotografía. Aprendes a fijarte mucho más y a darle más importancia a las cosas que te rodean, por sencillas que parezcan. Este verano, por ejemplo, hice un viaje por Estados Unidos y ha sido el mejor viaje de mi vida porque disfruté como un loco con las cosas que me rodeaban y, claro, no se cuántos carretes hice.
- ¿Cuándo te fuiste a Estados Unidos ya sabías que fichabas por el Madrid?
- Que acabaría en el Real Madrid es algo que tenía claro desde hace mucho tiempo, pero en firme yo sabía que iba a fichar por el Madrid desde el fin de la temporada 90/91. Ahí me di cuenta que mi sitio estaba en el Madrid, que este juego había llegado ya a un límite en el que necesitaba más perfección, más profesionalidad, y eso es justamente lo que he encontrado en este Madrid. Es lo que más me ha sorprendido, todo el club en general y mis compañeros en particular. Aunque a la mayoría los conocía de la selección tenía alguna pequeña inquietud por saber como podía ser esta nueva vida en un club tan grande, pero aún siendo optimista no lo imaginé así. Hay un compañerismo enorme, pero también una profesionalidad que te impide escatimar algún esfuerzo en ningún momento, sabes que has de ir a tope. También creo que tiene que ver mucho en todo esto George Karl, creo que he tenido mucha suerte en llegar en este momento al Real Madrid. Después de los tres últimos años aquí, hay muchas ganas de hacerlo bien.
- Estudiantes es también un gran equipo, ¿ese espíritu guerrillero lo debe dar también un buen ambiente entre jugadores?
- Sí, ya lo creo. Viniendo precisamente de un ambiente tan bueno no pensé nunca que pudiese encontrar esto aquí, estoy encantado con todo lo que me está pasando. Cuando yo empecé a jugar en estudiantes todo comenzó como un juego. Estudiaba cuarto de EGB en el Ramiro de Maeztu y, como no, allí en los recreos sólo se juega al baloncesto. El fútbol está mal visto y a nadie se le ocurriría jugarlo. En un campeonato interclases, que organizaba Estudiantes, seleccionaban a los más altos. Conmigo se quedaron porque tenía un buen dominio del balón, aunque era el más canijo de todos, ya que yo realmente no pegué el estirón hasta octavo de EGB. Pero, la verdad, creo que aunque hubiese medido dos metros hubiese jugado igual de base. Esto es una actitud, una manera de entender las cosas. A mí me gusta la responsabilidad, que todas las jugadas partan de mis manos. Si el base funciona, el equipo también.
- Te veo tan enamorado del Baloncesto que no sé si para ti hay hueco para algo más.
- Claro que sí, cada cosa a su tiempo, y hasta ahora tú sólo me has preguntado por el baloncesto, pero existen mi familia, mi novia, mis amigos, en fin, no es ni el lugar ni el momento para hablar de ellas.
- Como que no, hablemos de tu novia.
- Es joven, alta, guapa, y no le gusta nada el baloncesto. Eso es todo lo que voy a decir por ahora.
- Y de tus amigos, ¿además de jóvenes, altos y guapos?.
- Pues son una parte importante, muy importante de mi vida: algo que me encanta es salir a cenar con
ellos. Por la noche, en las cenas que podemos reunimos todos después de nuestros trabajos, es dónde más disfruto. Por cierto, mis amigos son super madridistas, pero a nivel de fútbol y baloncesto, y si el Real Madrid tuviese equipo de petanca, estos locos se abonarían también, tengo uno que para mí es muy especial, que lleva 3 o 4 años diciéndome "pero tú qué haces en el Estudiantes, tú para jugar en serio a ésto tienes que irte al Real Madrid". Yo creo que ni él mismo se lo creía que me cambiaba. Aunque no sé, en Juanito todo es posible. Cuando le ganamos al Barça en el desafío Canal Plus, me llamó al hotel en Barcelona y me dijo: "lo ves, para ganar al Barça en su casa hay que jugar en el Madrid". Y la verdad es que puede que tenga razón.
- El otro día, en la final del trofeo Comunidad de Madrid, noté como al principio te hacía cierta gracia la demencia (grupo de seguidores estudiantiles), pero luego yo diría que incluso te hicieron enfadar.
- ¡¡Hombre!!, tú verás. Me pueden llamar muchas cosas, pero precisamente pesetero NO. Yo he cumplido mi contrato hasta el último día, y jamás me quejé de lo que cobraba. Todas las subidas de dinero entre contratos me las daba la directiva estudiantil según su propio criterio, lo cual es indicador de que mi ficha no era precisamente de las más altas del equipo, y porque además estoy absolutamente convencido de que Estudiantes no me ha dado más a mí de lo que yo les he dado a ellos
La verdad es que debo contar, porque así me lo pidió Rafa Rullán, el entorno tan "romántico" en el que manteníamos esta conversación. Era un día de la semana cualquiera, en un hotel a las afueras de la ciudad, en un restaurante con luz tenue y velas en las mesas. En la calle llovía y una gran tormenta eléctrica iluminaba de vez en cuando nuestros rostros.
Hasta alguien podía pensar que aquello era algo más o que acabaría en algo más. Pero nada más lejos de la realidad. Cuando se hizo la luz, que se había cortado a consecuencia de la tor¬menta que caía, nos dimos cuenta que se nos había hecho tarde ya que tenía¬mos que regresar a Madrid, pues nos encontrábamos en Guadalajara, donde el Ayuntamiento nos había invitado a cenar. Y salimos pensando en el viajecito que nos esperaba por la maldita tormenta. A veces, las cosas no son lo que parecen.
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